Yvaine comenzó a notar el
cansancio físico. Sin saberlo estaba subiendo por la ladera del monte Creag
Choinnich y esto provocó que su aliento se viera afectado. Se vio obligada a
parar, doblarse hacia adelante y apoyar sus manos sobre ambas rodillas. El frío
comenzaba a causarle estragos físicos, ya que, en la huida, no había cogido
nada de abrigo. El aire entraba con
tanta fuerza, debido a su rápida respiración entrecortada, que le estaba
empezando a causar una seria presión en la cabeza. Cuando se hubo recuperado
apenas un poco, comenzó a cantar en susurros una canción muy antigua, que había
pasado durante generaciones entre las mujeres de su familia, desde que, en los
comienzos de la era actual, una mujer llorara con rabia la pérdida de su hijo.
Synku miły i wybrany.
Rozdziel z matką swoje rany;
A wszakom cię, synku miły,
w swem sercu nosiła.
A takież tobie wiernie służyła.
Przemów z matce, bych się ucieszyła,
Bo już idziesz ode mnie, moja nadzieja miła.
Rozdziel z matką swoje rany;
A wszakom cię, synku miły,
w swem sercu nosiła.
A takież tobie wiernie służyła.
Przemów z matce, bych się ucieszyła,
Bo już idziesz ode mnie, moja nadzieja miła.
- Parece una canción muy bonita;
pero, no la entiendo -una voz grave de
hombre provino de la espalda de Yvaine, lo que la hizo reaccionar
violentamente. Cuando creía que no le quedaban fuerzas ni siquiera para
respirar, se alzó y se giró hacia aquella persona-. No, no se asuste. Lo último
que querría es que se asustara. Yo ya estaba aquí cuando usted apareció de la
nada, corriendo como alma que lleva el diablo. Por lo visto, usted no se
percató de mi presencia -en ese
momento, Yvaine dirigió su mirada hacia la, aparentemente, pesada espada que
llevaba aquel hombre colgando de su cintura-. Ya veo; le causa respeto mi
espada, ¿verdad? -Yvaine no reaccionaba.
Ni asentía ni todo lo contrario. Permanecía quieta a la espera de lo que
estuviera a punto de suceder. Imaginó que, si echaba a correr, aquel hombre
alto, corpulento y con demasiadas batallas sobre sus hombros, echaría a correr
tras ella, dándole alcance con demasiada facilidad-. Le doy mi palabra de que
lo último que querría es hacerle daño. Solamente necesitaba un lugar donde
poder encontrar un poco de silencio y paz