viernes, 7 de febrero de 2014

Capítulo 6






En el comedor, y después de que sor Benerice bendijera los alimentos que iban a tomar, se sentaron y empezaron a desayunar.

En eso, entraron por la puerta dos chicas, pertenecientes al último curso. Se trataba de Breana Rochester y Doris Kirkpatrick. Intentaban siempre llamar la atención y destacar sobre el resto. Eran admiradas por todas las demás niñas, porque eran las únicas chicas de todo el colegio que tenían permiso de la Madre Superiora para llevar maquillaje y las faldas un poco más elevadas por encima de la rodilla. Y todo porque sus padres eran los que más dinero aportaban para el colegio. En concreto, la "chica líder" era la única, de las dos, que se pintaba las uñas y el contorno de ojos de puro negro azabache.

Llevaba uniforme reglamentario; pero, con tantas variantes, que aquello ya hacía tiempo que había dejado de ser formalmente aceptable. Breana, junto a Doris, se consideraban incondicionales seguidoras del estilo Steampunk. Una moda donde la época victoriana inglesa se hallaba en su momento más álgido. A la joven Rochester no le faltaba detalle ornamental, siempre y cuando fuera oscuro, deprimente y etéreo. Le encantaban los corsés; pero, debía ocultarlos o reservarlos para la intimidad, ya que esa prenda de vestir sí resultaba demasiado llamativa para las niñas de tan corta edad de los cursos inferiores. A ese acuerdo había llegado con la Madre Superiora. De lo que no renunciaría jamás era de los sombreros altos, los camafeos con fotografías de personas muertas del siglo XIX, gargantillas de terciopelo o botas hasta la rodilla. La mayoría de sus vestidos, por no decir todos, tenían la cintura muy alta, anudada bajo el pecho pero sin llegar a marcar la figura, y sus faldas siempre superponiéndose en varias capas. Las gafas de aviador nunca le fallaban, así como tampoco un catalejo de gran aumento y guantes sin las puntas de los dedos. Los colores predilectos: el negro y el marrón oscuro, combinados con algún granate llamativo.

Tampoco llevaba su largo pelo recogido hacia atrás, como exigían las reglas, si no suelto y particularmente lacio y negro. La mitad de las niñas decían que era para revelarse contra las normas tan rígidas de las monjas, mientras que la otra mitad pensaba, seriamente, que hacía ritos extraños y magia negra en su habitación. Era la única de todo el colegio que tenía total y absoluta privacidad. Tenía una amplia habitación en lo alto de una de las torres del antiguo convento, para ella sola.

- Desde allí muchas veces yo la he visto abrir la ventana en días de plena tormenta, en mitad de la noche, y soltar un pájaro extraño, acompañado de una oración con palabras que nunca antes había escuchado, y mucho menos entendido  -decía Blanche, que estaba sentada a la izquierda de Anna. Pero, una vez más, nadie sabía si creer estas historias de su propia boca. Engordaba los sucesos tanto, que llegaba un punto en que ni ella misma podía llegar a distinguir lo que era mentira de lo que era cierto-.

Lo que sí estaba más que claro para todas ellas era que la actitud de Breana no era nada normal ni convencional, al menos para las estrictas reglas del convento en el que vivía gran parte del año.

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